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LO NEGRO DEL NEGRO SISTEMA: Por Roberto Román

A pesar de ser casi un analfabeto, había logrado ser director de la Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, con el único mérito de ser amigo del entonces presidente de la república, José López Portillo

Por Roberto Román

¡Que caiga López “por pillo”!, era una jocosa frase que se decía entre la gente, construida con esa creatividad y costumbre del pueblo mexicano de hacer juegos de palabras. Don José López Portillo ya había concluido su mandato en 1982 y asumido la presidencia de la república don Miguel de la Madrid Hurtado.

Los dos personajes me sonaban mucho, porque ambos habían llegado al pueblo de Tucta donde vivíamos. Primero don José López Portillo había acudido a inaugurar el proyecto denominado Camellones Chontales. Los soldados habían llegado un día antes, y al día siguiente, se apostaron en todo el trayecto hacia los camellones. Un hermano relata que fue a curiosear muy temprano, y pudo ver soldados camuflados entre la maleza y los árboles.

Don José López Portillo fue recibido en el pueblo con música de tamborileros, para ello formó una orquesta con niños, y recuerdo que le llamaban “Orquesta chontal de tamborileros”, lo recuerdo porque uno de mis hermanos formaba parte y estuvo en ese evento de recepción. El año no lo recuerdo, pero debió ser como en 1980.

A don José López Portillo no lo pude ver, pero meses después, llegó un candidato al pueblo. Iba acompañado de mucha gente que llevaba pancartas, mantas sostenidas por dos personas, banderolas con la imagen del aspirante, etc. Hizo su mitin donde ahora está el teatro del pueblo, a un costado de la iglesia de Tucta, y ahí lo pude ver. Era una persona de voz (me parece) grave y hablar pausado. Llegó como a las 11 de la mañana y sol estaba muy fuerte.

Se trataba del candidato del PRI, pero en esa época, mi analfabetismo aún no me permitía leer de corrido esas tres letras, y decía pe ere i. Se trataba de don Miguel de la Madrid Hurtado.
Cuando don Miguel de la Madrid Hurtado asumió la presidencia de la república, México ya estaba debatiéndose en una profunda crisis económica por la devaluación del peso.

Poco después, un personaje publicó un libro que cimbró al país y provocó un escándalo tanto en la sociedad como en el gobierno en turno. Se trataba de José González González, un gatillero que había conocido el mundo del hampa oficial, la mafia institucional en el gobierno de don José López Portillo, pero sobre todo, había conocido a un personaje llamado Arturo Durazo Moreno, alias “El Negro”.

Pepe González, como se autonombraba él mismo, escribió el libro Lo negro del Negro Durazo, “la biografía criminal de Durazo, escrita por su jefe de ayudantes”, decía en la portada del libro, editado bajo el sello de Editorial Posada.

La fecha de compra del libro es 25/02/84, y a un lado tiene las iniciales de mi hermano que así los rubricaba. El libro provocó tal escándalo, que luego finalmente Arturo Durazo fue encarcelado, todos comentaban sobre el tema y el músico tabasqueño Chico Che incluso, le escribió una canción.

En la obra se relata los desmanes que este personaje realizaba. A pesar de ser casi un analfabeto, había logrado ser director de la Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, con el único mérito de ser amigo del entonces presidente de la república, José López Portillo, y quien a sabiendas de todos los actos ilegales y la gran corrupción que había en esa dirección, siempre lo protegió.

Testimonia Pepe González, que el Negro Durazo se jactaba de haber torturado a Fidel Castro y al Che Guevara cuando estuvieron detenidos en México: “Me contó que entre las torturas que le hizo al ‘Che’ y a Castro en la cárcel de Sadi Carnot de la DFS*, estuvieron los toques eléctricos en los testículos con macana electrónica para arriar ganado, así como las famosas ‘pozoleadas’, que consisten en desvestir por completo al detenido, vendarle los ojos y amarrarlo con firmeza a una tabla, la cual queda en la orilla de una pileta de agua. En dicho recipiente se va introduciendo al individuo, hasta el grado de que está a punto de quedar ahogado o asfixiado por no respirar”.

Uno de los relatos más indignantes del libro, consiste en la construcción de la casa del Negro Durazo, en lo alto del Ajusco, en terrenos ejidales. Durazo le pagó a los ejidatarios precios muy altos y metió a la nómina a muchos hijos de los ejidatarios, pero como aviadores, es decir, sin trabajar. Luego les daba de baja de la nómina y amenazaba a los ejidatarios que si le armaban alguna bronca con los terrenos, metería a sus hijos a la cárcel por cobrar sin trabajar.

Para la construcción de esa cabaña en tiempo récord, según el relato, el arquitecto pidió 150 trabajadores, Durazo ordenó de inmediato que 650 policías se fueran a trabajar de peones de albañil a esa obra. No se construyó carretera, sino que los trabajadores cargaron todo el material en sus espaldas. “El inicio de la obra me hizo evocar las pirámides de Egipto; había que ver las largas filas de policías cargando los diferentes y pesadísimos materiales para la construcción de la Cabaña”, dice textualmente el libro.

Durazo también es recordados por los excesos en sus construcciones en obras llamada El Partenón, La Colina del Perro y otras.
El primer invitado a la cabaña fue por supuesto el entonces presidente José López Portillo, quien de acuerdo a relato de Pepe González, al llegar ahí en helicóptero, pues no había carretera, exclamó:

-Pinche Negro, te volaste la barda. Hazme una igual, no seas hijo de tu chingada madre.
El narcotráfico ya estaba en el sistema de gobierno mexicano en esta época, y Arturo Durazo fue uno de los impulsores.

Además de que fue un gran impulsor de la corrupción a través de las mordidas de los agentes de tránsito y la extorsión policiaca, dinero que le entregaban y que él amaso en jugosísimas fortunas, convirtiéndose esta práctica inmoral e ilegal, en una cultura institucional que se mantiene vigente en nuestro país desde esa época.

El crimen organizado ya estaba en el gobierno y con el gobierno (y tal vez organizado desde dentro), con las puertas abiertas por Arturo Durazo, según relata el libro. La obra cita un artículo publicado en el número 102 de la entonces revista Quehacer Político, que dirigía don Miguel Cantón Zetina:

“En 1982 los Estados Unidos y Europa se conmovieron al conocer, a través de sus principales diarios, la noticia de que el entonces jefe de la policía de México, Arturo Durazo Moreno, era el principal introductor de estupefacientes en Norteamérica, y contaba para esto con grandes relaciones con la mafia internacional. Algunas publicaciones como The New York Times, se preguntaban preocupadas sobre cómo era posible que el jefe de la policía mexicana tuviera relaciones comprometedoras con el narcotráfico mundial”.

¿Es que no sabía el presidente López Portillo todas las atrocidades que realizaba El Negro Durazo? ¿No estaba enterado el presidente de que El Negro estaba vinculado a las mafias y al contrabando de droga? ¿No sabía el presidente que Francisco Sahagún Baca, uno de los hombres más cercanos a El Negro, era el contacto con las mafias internacionales? ¿Por qué permitió López Portillo todas esas acciones dentro de su gobierno? ¿No se enteran los presidentes de los vínculos y las acciones de sus hombres más cercanos? ¿Y si se enteran, porqué se les permite seguir en el poder? ¿El caso de El Negro Durazo fue una triste historia mexicana o sigue siendo una realidad?

La obra lleva al lector de indignación a indignación, y desnuda los intestinos de la mafia del poder (de esos años) y las acciones de los hombres que gozan (¿gozaban?) en entera impunidad. Aunque es un libro de los años 80, volví a su lectura luego que recientemente leí un artículo sobre el narcotráfico en México donde habla sobre la llegada del crimen organizado al poder.

¿Cómo era la inflación ya en el país dos años después de que don José López Portillo había dejado la presidencia? No sé cuánto se había devaluado el peso mexicano, pero en la portada del libro aparece su precio: $350.00

*Dirección Federal de Seguridad

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