Por Roberto Román
Ufff, por fin terminé de leer El vendedor de silencio de Enrique Serna.
La tarde-noche del 3 de octubre de este año 2023, recibí en mi casa a Gamaliel Sánchez Salinas, escritor y difusor editorial, presidente de la asociación civil Querer Leer.
Llevaba en sus manos dos paquetes de libros que me entregó. El primero contenía más de 20 ejemplares de su reciente obra titulada El Cumpleaños; en el segundo había otros libros, entre ellos un libro-ladrillo por su grosor (casi 500 páginas), cuyo título llamó mi atención: El vendedor de silencio, Enrique Serna.
—No conozco a este autor—, le dije.
—Léelo, te va a gustar la novela—, me espetó Gamaliel con su permanente sonrisa—, está chingona.
Platicamos. Agradecí la entrega y cuando se fue, volví al libro y releí el título: qué interesante, qué creatividad poder escribir la historia de alguien que venda silencio. Me imaginé la portada de Nombre de torero, del escritor chileno Luis Sepúlveda, donde aparece un hombre trajeado con un maletín en la mano como viajero o vendedor ambulante, perdido en un paisaje desolado.
Luego pensé en una historia rara, fantástica, como El hombre que vendió su sombra de Adelbert von Chamisso, y recordé también a El hombre que fue jueves, de Chesterton. Imaginé a una persona por las calles, de casa en casa, con una maleta en mano, mostrando una cajita o un frasco vendiendo silencio a las personas. “Buenos días, vendo silencio, para esa paz interior que tanto le hace falta, para que usted pueda gozar de tranquilidad… etc”.
II
No. Esa obra no es de ficción sino realista, a pesar de su título poético. Es también producto de tres años de investigación documental y testimonial que realizó el escritor Enrique Serna, en personas que conocieron al personaje principal de la novela: Carlos Denegri, un periodista sin carrera, que logró acumular un poder transexenal y amasar fortuna bajo la sombra del servilismo oficial.
La obra arranca cuando el personaje escribe un artículo por encargo, en contra de Carlos A. Madrazo, expresidente del PRI que en esa época quería formar su partido político y se había convertido en un dolor de cabeza para el poder. ”El traidor ese ya le colmó el plato al señor presidente, dele un soplamocos, don Carlos, le había pedido Joaquín Cisneros, el secretario particular de Díaz Ordaz…”, se lee en la novela.
En el carrete de la Remington, obediente, Carlos Denegri escribe:
“No es lícito ni prudente que, por una mezcla de revanchismo y megalomanía, el licenciado Madrazo pretenda manipular a la juventud como un agitador de plazuela… Quienes acuden a las conferencias de Madrazo, jóvenes confundidos por su demagogia, deberían tener presente que en 1942, cuando estaba vigente el Programa Bracero, ese demócrata impoluto perdió el fuero de diputado y estuvo en prisión…”
El periodismo ha de cumplir la función de formar e informar, pero en este caso, la tribuna es utilizada para desacreditar, enlodar, denostar, manipular pensamientos y para servir al representante en turno del poder. Más adelante, el escritor dice:
“… Y pensar que Madrazo, cuando era gobernador de Tabasco, lo había tratado a cuerpo de rey en la Quinta Grijalva y hasta le regaló una cabecita olmeca de obsidiana”.
El personaje principal Carlos Denegri, fue segundo hijastro de un diplomático mexicano, y primer hijastro de otro mexicano, Francisco Romay, quien había viajado a Argentina a probar suerte; allá se casó con Ceide Pacheco, pero al haber contraído demasiadas deudas, decide volver a México. “Me casé con ella a sabiendas de que estaba embarazada de otro hombre. ¿Cómo, entonces usted no es mi padre?, me sobresalté. No, Ceide ya había tenido dares y tomares con un profesor de canto irlandés…”, se relata. Francisco Romay le da su apellido.
Era la época carrancista y los militares tenían el mando de todo. Francisco Romay para vincularse a la alta sociedad mexicana revolucionaria de la época, con la esperanza de poder granjearse los favores y apoyos de la nueva clase política y pudiente, acude a uno de los bailes llevando a Ceide, su esposa.
Ceide era, como dice el escritor, una liebre corrida; había sido una cortesana en Argentina, se había desarrollado en los quilombos de aquel país, y Francisco Romay la había rescatado, pero como diría Emilio Zola en su novela Naná, la mosca siempre busca la basura, así Ceide no había logrado sacudirse la vida con que había iniciado.
En la novela, el escritor señala que en una reunión, la mamá de Carlos canta el tango Flor de fango, que la describe perfectamente, a pesar y con el desconsuelo del hijo que la escucha.
En un rancho de la pampa
Y en la sombra de un ombú
Con mi madre y mi moreno
Fue mi vida un cielo azul.
Me sedujo un forastero
Y del rancho me alejé.
Buenos Aires diome lujos,
Me hizo reina del placer.
Más la vida tormentosa
Fue al castigo sin piedad,
De la orgía me llevaron
A una cama de hospital.
Durante la fiesta, Ceide Pacheco se vincula con el general Ramón P. Denegri, un militar y “Tres días después, un miércoles por la mañana, sonaron fuertes aldabonazos en la puerta de nuestra vivienda… mi padre tuvo que abrir a medio rasurarse. Afuera había un pelotón de soldados dirigidos por un sargento moreno y alto, con un sable en la cintura. ¿Es usted Francisco Romay? Asintió con sorpresa. Haga su maleta, señor, por órdenes de la comandancia nos tiene que acompañar, y le enseñó un oficio firmado por el secretario de Gobernación, en el que se le ordenaba salir del país en calidad de persona non grata”, el escritor narra que aquello había sido planeado por Ramón P. Denegri y Ceide Pacheco, para quedarse como pareja. Y fue así como Carlos Romay se convierte en Carlos Denegri.
La obra transita al menos en cinco vertientes:
1) La vida sicológica del personaje,
2) La vida periodística del mismo,
3) La historia postrevolucionaria de México como contexto obligatorio,
4) La vida periodística de la época, y
5) La relación con las mujeres.
En cuanto a la vida sicológica del personaje, lo describe como un timorato que durante la Guerra Civil Española demuestra ser lo que comúnmente se dice “un sinvergüenza”; más adelante, el mismo Carlos Denegri se definirá: “soy un hijo de puta en el sentido más amplio de la palabra y no debe extrañarle que me comporte como tal”.
Entrado en el análisis sicológico, el autor considera que parte del comportamiento de Carlos Denegri tuvo su origen en la disfuncionalidad de su familia, en la “mala semilla” de su madre, en la villanía de Ramón P. Denegri, en la especie de cobardía de Francisco Romay que le advierte sobre las mujeres y le tatúa el trauma en la conciencia: “Ten cuidado, muchacho, porque en esta vida hay hartas viejas de su calaña. Nunca bajes la guardia con ellas: una culebra siempre te morderá el cuello, por más amor y comprensión que le des”.
Henchido de poder y dinero producto de su servilismo periodístico, el personaje se vuelve un megalómano, un individuo sin escrúpulos que arrastra con el caballo a la sirvienta por toda una avenida, que entra a caballo a un hospital espantando a la gente, que corta con un yatagán el brazo de una de sus esposas y luego se lo clava en un pie dejándola desangrarse, mientras tranquilamente se va a comer; que persigue a otra esposa e hijastros con un fusil de caza para matarlos, que le rompe la ropa a otra esposa en un restaurante, que chantajea una y otra vez para sacar dinero, y sobre todo, que es un alcohólico y la bebida lo transforma en una bestia.
Una especie de doctor Jekill y Mr. Hyde: “Pero llevaba dentro a un Mister Hyde que se apoderaba de su albedrío en momentos de ofuscación etílica”.
El escritor expone con magistral pluma el periodismo de la época, enclavado en el Excélsior, que lleva una línea editorial siempre gobiernista; tanto el director como el mismo Denegri, se dedican al chantaje a través de la venta de silencio. Págame para que no hable, para que no publique. He ahí el título de la obra.
También se desnuda el control del poder contra los periodistas independientes, libres, comprometidos con la sociedad, a los que se les asesina o se les margina.
No se trata de una novela con el puro fin literario, sino que mantiene la trascendencia de la denuncia pública y social sobre la actuación de los mercenarios de la prensa, las componendas en el poder y la complicidad para someterse y permitir alcances inusitados de los periodistas. Los personajes son seres de la realidad política, social y económica de aquellos años del país: Salvador Novo, Luis Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz, Manuel Ávila Camacho, Maximino Ávila Camacho, Agustín Lara, María Félix, etc.
III
¿Cuál es la razón de que la prensa y algunos periodistas hayan acumulado un poder inusitado en el país? La respuesta está en la corrupción entre quienes tienen a cargo el ejercicio de la función pública.
Es un doble juego de toma y daca: tú funcionario realizas un acto de corrupción, yo periodista me entero de tus triquiñuelas para birlarte el dinero público, yo te chantajeo que tengo la información y que puedo darla a conocer, a menos que parte de ese dinero birlado ingrese a mis bolsillos; tú funcionario entregas parte del dinero, y ahora ambos somos cómplices del saqueo al erario, sólo que a mí periodista, no se me puede comprobar nada ni someter a juicio legal, y mientras estás como funcionario en el poder, somos amigos, inmensamente amigos, pero un día después que abandonas el poder, no existe amistad y puedo en cualquier momento exhibirte con documentos cuán corrupto fuiste.
Esto me recuerda a la novela de Luis Spota, El primer día, y la historia de lo que vive Aurelio Gómez Anda (AGA), un día después que deja de ser presidente de la república, cómo se encuentra en plena soledad y a expensas del poder canibalesco de la prensa carroñera.
¿Pero esto quedó en el pasado? ¿Este juego de toma y daca es sólo historia en nuestro país? ¿Siguen existiendo los vendedores de silencio? ¿Han tomado ese control las empresas de medios? ¿Es posible todavía encontrar “carlosdenegris” a lo largo del país?
IV
Había sido mi compañero en la universidad. Habían transcurrido ya varios años y nos reencontrábamos por razones del trabajo coincidiendo en la misma casa editorial de un medio en Tabasco. Corría el año 2018-2019.
Estábamos en departamentos diferentes pero nuestras mesas coincidían y platicábamos en intervalos. Estábamos muy enojados. No nos pagaban o lo hacían a cuentagotas, nos aseguraban que no había dinero en la empresa.
—¡Eso es mentira, totalmente mentira! A mí no me engañan. ¡Dinero hay y mucho! —, me dijo exasperado y con ademanes de orador.
—¿Y tú cómo lo sabes? —, le inquirí.
—Porque soy en que se encarga de ir a recaudar. Nosotros (él y su jefe), visitamos cada quincena todos los municipios de Tabasco, parte de los de Campeche y algunos de Chiapas y la verdad, hay días en que me da muchísimo miedo venir en la camioneta.
—¿Por qué? —, lo interrogué.
—Porque me ha tocado traer hasta 6 millones de pesos en efectivo. Y me da miedo que nos asalten en el camino.
—¿Todo es de publicidad? —, volví a preguntar.
—Es de lo que se le saca a los alcaldes.
—Pero no a todos se les publica boletines, son pocos con los que se tiene convenio—, le aclaré.
—Es que hay dos convenios. Si quieren que se les saque sus notas y boletines tiene un costo, es el más caro. Pero hay otro convenio, que consiste en no sacarles nada, entonces ellos pagan para que no se les saque nada, ni a favor ni en contra. Con eso tienen asegurado que no se les va a golpear, pero cuando por alguna razón se atrasan o no quieren pagar, se les saca notas en contra, va la madriza contra ellos. Por eso te digo, dinero sí hay.
V
Ya mucho se ha repetido la frase de “la información es poder”, así, Denegri utilizando la información sobre la liquidación de la empresa petrolera El Águila, cotiza en la bolsa de valores y logra allegarse de más fortuna.
También se dedica a denigrar a Vicente Lombardo Toledano, líder de la CTM, por órdenes de Maximino Ávila Camacho, quien a cambio le paga mensualmente una fuerte suma cantidad de dinero.
El personaje tiene su otoño cuando llega don Julio Scherer a la dirección del Excélsior, el escándalo público sobre su misoginia trasciende y no se le publica ninguna nota sobre su cobertura en Cabo Cañaveral sobre el envío de la misión espacial Apolo XI, ocupando su lugar otros reporteros como Guillermo Ochoa, Fausto Fernández Ponce y Oriana Fallaci. Ya no tiene espacio en Excélsior sino hasta que se regenere.
Hay un momento en que intenta chantajear a un funcionario coaligado con el entonces regente de la Ciudad de México, Corona del Rosal, por un contrato con costos estratosféricos en la obra del metro; es de suponerse que el entonces presidente Díaz Ordaz estaba enterado de todo, por lo que en lugar de recibir la fuerte cantidad de dinero que exigía a cambio de su silencio, lo que recibe es el cierre de su programa televisivo patrocinado por Nacional Financiera.
Ni Excélsior ni la televisión. Ahora recibe una propuesta para dirigir un proyecto que está en ciernes, pero es la época de la sucesión y entonces, el dedo presidencial designa a Luis Echeverría Álvarez como el ungido y no a Martínez Manautou que era su gallo. ¡Perra suerte!
Ambos se odiaban desde treinta y cinco años atrás… “en la tertulia del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob…llegaba de vez en cuando Luis Echeverría, un tímido aficionado a las letras… el pobre idiota quería hacer vida literaria… y cuando le pasaban el carrujo de mota lo rechazaba con un rictus de pánico.
“Una noche, a Barba Jacob le dio por hablar de los amoríos homosexuales de Lord Byron. ¿Quién era Lord Byron?, se animó a preguntar Echeverría”.
Y entonces Denegri, que frecuentaba ese grupo literario, le dijo:
“¿No sabes quién es Lord Byron y quieres ser escritor?… Ya ni la chingas, Luisito. Mejor ponte a estudiar contabilidad. Todos se rieron, incluyendo a Barba Jacob… Echeverría nunca volvió a la tertulia”.
El empresario lo cita un día y le informa a Denegri que ya no es prospecto para su proyecto, porque el candidato presidencial (Echeverría) así se lo ha pedido.
Pero el tiro de gracia en su decadencia se lo da una mujer, una de ellas a las que tanto maltrató, a las que vejó y humilló hasta la ignominia.
El 1 de enero de 1970, un rumor corre en las salas de redacción de los diarios de la Ciudad de México, y aquí, el escritor da una “vuelta de tuerca” en su relato, que sorprende a los lectores.
Con esta obra, Enrique Serna se asemeja a Balzac y sobre todo a Emilio Zola, este último, por su estudio sobre la decadencia del ser humano proveniente desde la historia y la estructura familiar.
El vendedor de silencio es de igual manera una novela histórica, en donde los personajes que mueven toda la trama, son personas que existieron, como en El fin de la locura de Jorge Volpi.
Publicada bajo el sello de editorial Alfaguara en el año 2019, ha requerido al menos cuatro reimpresiones y es símbolo de calidad literaria.
Enrique Serna es un escritor mexicano, y ha publicado otras novelas. En la solapa del libro señala que uno de sus cuentos fue incluido en la selección realizada por Gabriel García Márquez para la revista Cambio. Fui entonces corriendo a revolver mis cosas, porque esa revista aún la conservo, y pude leer el cuento cuya imagen les presento: Hombre con minotauro en el pecho.
La obra es magistral y sin duda, una lectura necesaria para entender igual el periodismo en México. Y como me dijo Gamaliel, ahora lo repito:
—Lee la novela, te va a gustar, está chingona.