Por Gudelia Delgado/Mirada de Medusa
La pregunta me da vueltas en la cabeza desde hace un par de días en que leí un tweet de la cuenta @Emmerdale12345: “¿Cómo puedes sentirte como algo que nunca has sido? Puedes tratar de entender cómo se siente ser otra cosa, pero en realidad no puedes sentirte como es. Al igual que no puedes sentir lo que es tener una pierna rota a menos que te rompas una”.
La contundencia de la descripción abona a certezas corroboradas desde que caí en la cuenta de la trepidante misoginia del transgenerismo y su intención de borrar a las mujeres; y es que ¿cómo saben los hombres lo que es sentirse mujeres? No sólo no tienen ni la menor idea, sino que sus suposiciones son contrarias a nuestro ser.
En todas las ocasiones (muchas más de las que yo quisiera) en que he sabido de hombres que “se sienten” mujeres, sus indicadores son los mismos: les gustan los vestidos, el cabello largo, el maquillaje, las zapatillas y, en su mayoría, se sienten atraídos sexualmente por hombres.
Concretamente, estos sujetos reducen a fetiche nuestra existencia. Para ellos, ajustarse a los estereotipos y roles de género que nos han sido socialmente impuestos es lo que nos hace mujeres. ¡Cómo si la biología no existiera y fueran los accesorios los que nos dotan de sexo! Es falsa su premisa de que “sienten” lo que es ser nosotras. No lo pueden “sentir” puesto que sobre su cuerpo sexuado de hombres se han edificado las múltiples ventajas que el patriarcado les ha otorgado en todo tiempo, sociedad y cultura por el hecho de ser hombres.
Son hombres cuyo poder les hace creer que realmente saben lo que es “sentirse” mujer y que tenemos que estar de acuerdo con sus “sentimientos” porque, de lo contrario, las delirantes somos nosotras.
Es claro que sus métodos corresponden a la construcción social que sobre su sexo se sostiene: son machos misóginos exigiéndonos renunciar a la realidad material del sexo y obligándonos a aceptar que son ellos y no nosotras, quienes pueden definir lo que es “sentirse” y, por obra y gracia de sus dichos, “convertirse” en una.
¿A ustedes les parece casualidad que sea en este momento de la historia cuando se normalice la existencia de hombres que “se sienten” mujeres? ¿No es por lo menos sospechoso que, cuando las mujeres no teníamos siquiera el estatus de seres humanas, no pululaban los hombres que “sentían” que no lo eran?
Cuando nosotras no podíamos usar traje de baño, los hombres no se sentían mujeres. Cuando nosotras no podíamos estudiar, hacer arte, practicar deporte, votar, ser dueñas de la tierra, entre otras innumerables restricciones, los hombres no se sentían mujeres.
Cada derecho que hoy ejercemos se lo hemos arrancado al sistema patriarcal. En respuesta, con voraz misoginia y total impunidad, cada vez más hombres se “sienten” mujeres; pasan de ser fetichistas mediocres a convertirse en celebridades ganadoras de las medallas en nuestros deportes, en nuestros espacios políticos, en la academia, en el arte, en absolutamente todo ámbito porque, claro, no se conforman con “sentirse” mujeres, sino que tienen que “ser” las mejores entre nosotras.
Y todo ello sucede mientras se nos exige lo mismo de siempre: callar y obedecer. Porque ahora resulta que “sentirse” mujer es un privilegio masculino.







