CULTURAFEMINISMOTABASCO

*ODISEO CONFINADO*: Por Gamaliel Sánchez Salinas

*ODISEO CONFINADO*

*Una buena atención puede evitar una tragedia: Guillermina Cruz Reyes*

_Gamaliel Sánchez Salinas_/CONTRASTE POLÍTICO

En lo más profundo de la Sierra Hidalguense, entre Molango, Lolota y Xochicoatlán, existe un pueblo pintoresco llamado Calnalli, que significa “Casa al otro lado del río”. Ahí nació Guillermina Cruz Reyes, trabajadora social en el sentido estricto de los términos.

“Fui una niña de pueblo muy feliz, recuerdo los juegos en la plaza, alrededor de kiosco, el río que atravesaba el pueblo. Todos nos conocíamos y todos nos llevábamos. Ah, y la escuela; tuve excelentes maestros, sin embargo, no era muy buena, nunca fui muy buena en eso de los deberes escolares”, confiesa Guillermina no sin cierto sonrojo, en mesa de céntrico café villahermosino.

Si bien, académicamente, a Guillermina no le iba muy bien, en los actos cívicos era una participante destacada, tenía una memoria prodigiosa para retener largos poemas, cantos e himnos propios de los episodios patrióticos que con solemnidad festejaba la escuela de ese entonces, allá por los años cincuenta. “Era tanto el gusto por participar, tan recurrente mi presencia en dichos actos, que llegaron a decir que ya chole conmigo”, cuenta divertida.

Cuando tenía 12 años, Guillermina salió de la escuela primaria y como en el pueblo no había secundaria, se resignó a seguir el camino de la mayoría de las niñas de entonces: quedarse en casa y esperar la llegada de un buen partido para desposarse. No obstante, su padre, campesino y pintor de brocha gorda que con el tiempo se convirtió en hacedor de coloridos murales, muy solicitado en la región, que por temporadas abandonaba su pueblo para ir a trabajar a los municipios aledaños, le buscó un espacio para que hiciera la secundaria en un internado indígena en localidad vecina. “Para mí fue tremendamente duro salir muy chica de la casa, sentí que me arrancaban de mi familia, sobre todo de mi mamá. Pero, finalmente, me acostumbré”, recuerda.

Guillermina Cruz obtuvo una beca de parte del seminario menor que existía en ese municipio. El seminario, también estaba abierto a la comunidad y ahí siguió preparándose. Cuando hubo terminado sus estudios, la madre superiora le preguntó sobre sus planes, Guillermina le dijo que se regresaba a su casa, que no había recursos para seguir estudiando. La religiosa, madre teresiana, la invitó a conocer otras escuelas que dependían de su orden. Entonces la llevaron a conocer una Normal al estado de Puebla y una escuela de Trabajo Social Rural en Apaseo el Grande, Guanajuato. “Desde que llegué a esta última escuela me sentí a gusto.
Cuando la recorrí toda y la madre me preguntó yo le dije: De aquí soy. Era escuela con un pensamiento muy liberal. Eran las madres de San José de León con un compromiso social muy profundo y una clara opción preferencial por los pobres. Mi estancia ahí me sirvió mucho. Fue ahí donde mi conciencia social comenzó a despertar. La escuela no solo era la teoría, el discurso, era también la práctica con las personas más necesitadas. Trabajábamos para hacer germinar en ellos el lado más creativo para mejorar su situación”, asevera.

Cuando finalizó sus estudios regresó al internado donde había tomado clases a hacer su servicio social. Cuando se graduó, la Madre superiora le informó que ya tenía trabajo. Su escuela, por la calidad y compromiso de sus egresados, tenía un convenio con la Secretaría de Agricultura y Ganadería, que empleaba a todos los que en ella se graduaban. A Guillermina le dieron dos opciones; Chihuahua y Chiapas, ella optó por el segundo. “Me mandaron a la zona Chol, una zona de pobreza extrema, pero de una gran riqueza cultural. Joljá, Nueva Esperanza, del municipio de Tila y Buena Vista, de Tumbalá, fueron las comunidades donde trabajé. Esos lugares fueron para mí muy importantes. Ahí pude desarrollar todo lo que había aprendido en la escuela. Acompañábamos a los campesinos, pequeños productores, amas de casa en proyectos para hacer producir la tierra y transformar su entorno. Para mí esa etapa fue de mucho aprendizaje, la gente de las comunidades, mis compañeros de trabajo, fueron mis mejores maestros”, evoca con nostalgia.

Fue ahí que una ex condiscípula la invitó a trabajar a Tabasco, el proyecto solicitaba parejas. Guillermina, que para entonces ya estaba casada, y su esposo, aceptaron. El trabajo consistía en crear en Oxolotán, Tacotalpa, una cooperativa de pequeños productores de café. Gobernaba el estado Leandro Rovirosa Wade. La directora del DIF, de la época, con mucha visión social impulsaba esos proyectos de toma de conciencia y trabajo organizativo. “La cooperativa se llamó ‘Amanecer del Pueblo’. Ahí nos dedicamos a sembrar la semilla del cooperativismo, eran los tiempos en que florecían las cooperativas de plátano y cacao, cuya experiencia aprovechamos en la cooperativa de Oxolotán. Pusimos el conocimiento que teníamos de la ley al servicio de la comunidad, lo que lastimó algunos intereses y nos trajo problemas. El proyecto de la cooperativa se concretó con éxito, pero como todo proyecto sexenal, feneció cuando el otro gobierno llegó”.

Entonces, Guillermina y su esposo se quedaron sin trabajo. No por mucho tiempo, pronto fueron llamados a trabajar como docentes, en el Instituto de Difusión Técnica (IDIFTEC), en el área de Trabajo Social. Las condiciones precarias en que laboraban los llevaron a organizarse para luchar por mejores condiciones laborales. Esa lucha los llevó al despido inmediato. Después de un breve relax, Guillermina se integró a la plantilla de INVITAB, donde daba acompañamiento a los colonos para ir mejorando las condiciones de las colonias. Cuando González Pedrero gobernaba, implementó los Centros Integradores, Guillermina trabajó en Sapaet, organizando a los colonos, en permanente ejercicio de democracia participativa. “Una experiencia que me cambió la vida, fue mi paso por el Comité de Derechos Humanos de Tabasco (Codehutab), con el padre Francisco Goitia, ahí aprendí mucho y se fortaleció mi conciencia social. Me tocó estar en el área de capacitación. Otra vez llevar la Constitución a las comunidades, dar a conocer los derechos humanos. Fue fundamental el apoyo de los párrocos en las ermitas. Agradezco al padre Goitia, que en paz descanse, todo el aprendizaje que ahí obtuve”, evoca.

Cuando consideró que su ciclo en el Codehutab había terminado, Guillermina fue contactada por Edith Vázquez Rojas, a quien considera su maestra en el feminismo y con quien organizó las primeras marchas de mujeres, las primeras en el estado, a finales de los noventa. Con ella y con dos mujeres más conformaron una asociación civil que llamaron Mujeres Solidarias en Acción Social (MUSAS). “Tallereábamos sobre los derechos humanos, todo el asunto de la ciudadanía, todo el asunto jurídico; el ABC para la defensa de los derechos humanos de las mujeres. Con casos concretos enseñábamos a las mujeres a defender sus derechos. Conseguimos apoyos de organismos nacionales e internacionales”, puntualiza.

Este activismo feminista, la llevó a trabajar en la Coordinación Municipal de Atención a las Mujeres de Centro, a cargo de la capacitación y los proyectos productivos. Con aliadas, Guillermina trabajó en la ley que convirtió a las coordinaciones en direcciones de atención a la mujer, esta lucha obligó a las autoridades, un año después, a crear el Instituto Estatal de las Mujeres. “Conocí todo el municipio dando capacitaciones de derechos de las mujeres, de prevención de la violencia, de acompañamiento psicológico; después de tres años, recibí la invitación de César Francisco Burelo, primer presidente municipal de oposición de Cunduacán, para trabajar con él. César Burelo había ganado las elecciones con el 52 por ciento del voto femenino y se sentía en deuda. Sugerimos crear una coordinación de las mujeres, ampliar sus áreas e iniciar el trabajo en las comunidades, pero también al interior del Ayuntamiento. Empezamos a jalar a todas las áreas del ayuntamiento a trabajar con esta nueva mirada, la mirada de las mujeres. Todo esto con el gran apoyo del presidente municipal. El trabajo trascendió”, dice Guille, orgullosa.

El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y otros organismos de su tipo, crearon un premio llamado Gobierno y Gestión Local, que tenía como objetivo reconocer y difundir las mejores experiencias de gobierno local para contribuir a su institucionalización y al desarrollo de mejores prácticas democráticas y de gestión. El certamen se enfocaba en reconocer programas y políticas gubernamentales locales que, en el transcurso de por lo menos un año, mostraran “impacto positivo y sobresaliente en su diseño e implementación”. La Coordinación de Atención a las mujeres del municipio de Cunduacán, con Guillermina al frente, se inscribió en ese certamen y lo ganó con su Programa de Atención a las Mujeres. “Después de esto, nos llamaban de toda la república para que les orientáramos sobre cómo le habíamos hecho para sensibilizar a los policías, para hacer que el cabildo destinara el presupuesto necesario para trabajar con las mujeres. Este premio nos llevó a otros países como Guatemala y El Salvador para compartir nuestro quehacer. La UAM Xochimilco publicó nuestra experiencia. Pero además recibimos un cheque que nos sirvió para sacar adelante otros proyectos de la Coordinación. También nos dieron una camioneta que utilizamos en el trabajo diario en favor de las mujeres”, rememora con feliz nostalgia.

Gracias a este premio, Guillermina encontró aliadas. Juanita Frías, quien era diputada y estaba al frente de la Comisión de Igualdad de Género, fue una de ellas. Se interesó mucho en el trabajo y, con ella, colaboró con éxito para que se modificara la Ley Orgánica Municipal. Y desde el 2006 quedó establecido que en todos los ayuntamientos las Coordinaciones de Atención a la Mujer se elevaban al rango de Direcciones. Con toda esa experiencia Guillermina fue invitada a trabajar en el Instituto de Atención a las Mujeres, en tiempos de Granier, y ahí sugirió que se creara dentro del instituto una dirección para el fortalecimiento de las direcciones municipales. “Después de seis meses de capacitación las titulares de las direcciones municipales ya sabían manejar la perspectiva de género. Desde ahí le dábamos acompañamiento”.

Guillermina también ejerce como consultora independiente, acompañando siempre a las direcciones de atención a la mujer. “Esa parte me gusta mucho, porque bien sé que es ahí la primera instancia a donde llegan las mujeres a pedir auxilio, es ahí donde una buena atención puede evitar que un problema se convierta en tragedia”, culmina la entrevista.

Botón volver arriba