Roberto Román
En la avenida 27 de Febrero de la ciudad de Villahermosa, Tabasco, frente a la secundaria Rafael Concha Linares, se encontraban las oficinas del Partido Mexicano Socialista (PMS), la militante Julieta Uribe estaba sentada frente a una mesa en la sala del edificio, cuando al filo del medio díaentraron dos personas sofocadas por el calor; el de adelante vestía de guayabera blanca, el otro parecía ser su acompañante.
Se detuvieron frente a la mesa, saludaron a Julieta Uribe y de inmediato, el hombre de guayabera exclamó:
-Dice que ningún hijo de “Lenin” lo ha ido a ver.
Las dos personas estuvieron un rato en esa oficina y se retiraron. Pregunté a Julieta quién era esa persona que hablaba en tono de reproche y mencionaba a Lenin. Sonriendo, me respondió: Es don Beto Jiménez, el de El Alacrán, fueron al reclusorio a ver a un compañero. Después supe que ese compañero era LZR, quien meses después fue trasladado con una cuerda de reos, al antiguo penal federal de las Islas Marías.
Siempre compraba el periódico El Alacrán porque se vendía en las oficinas del partido, junto con el periódico oficial que se llamaba La Unidad, y ahí leía el nombre del director: Roberto Jiménez López.
Años después, acompañando a Robinson Jiménez García, director de El Chompipe, un periódico local de Comalcalco, tuve la oportunidad de realizarle una entrevista de semblanza a este legendario periodista y luchador social, de ideología socialista, convicción revolucionaria y escritor.
Fue el maestro Gamaliel Sánchez Salinas, quien me obsequió el libro de don Roberto Jiménez López (antes había leído de él una autobiografía), la obra se llama El Valedor y Garrido y fue publicado por la Secretaría de Educación del Estado de Tabasco, en el año 2013, dentro de la colección Biblioteca Escolar Tabasqueña, con ilustraciones interiores realizadas por Fernando Alfonso Torres, un tabasqueño que realizó las imágenes de las revistas Kalimán y Águila Solitaria.
La obra, que contiene el sobrenombre de “Desconocidos episodios del régimen garridista”, cuenta la historia de Horacio “Lacho” Jiménez Tejeda, un tabasqueño formado en la violencia de los años de la revolución, post revolución y en la época en que en Tabasco, Tomás Garrido Canabal, imponía una nueva visión y forma de gobierno a través de lo que se denominó la escuela racionalista.
Pero la obra no trata de esos pasajes, sino de, como bien lo dice, episodios desconocidos que desmitifican a la legendaria figura del Sagitario Rojo.
La historia comienza con la orden de fusilamiento de Lacho Jiménez Tejeda, y de pronto por aquello de las suertes que siempre le acompañaba, la ejecución se suspende y se encuentra entre la disyuntiva de incorporarse o a las filas de los rebeldes o a las filas del gobierno.
Es la Chontalpa principalmente, Villahermosa y Centla, donde se desarrolla la obra anecdótica, que don Roberto Jiménez tuvo a bien llevar al texto, la memoria de su padre don Horario Jiménez Tejeda “El Valedor”.
Es en Frontera donde un diputado que no conocía, lo invita a combatir a los rebeldes, es decir, incorporarse a las filas delgobierno, y debido a su experiencia, conocimiento y destreza en las lides militares, se gana el grado militar, lo que le permitirá conocer a Tomás Garrido Canabal y en lo sucesivo, le llevará a enfrentarlo personalmente, romper relaciones, viajar a Yucatán, Campeche, volver a regresar y volver a incorporarse a las filas de gobierno.
De igual manera, se enfrenta al entonces gobernador Ausencio C. Cruz luego de salir libre de una acusación que lo mantuvo en la cárcel de Balancán, y a quien se dirige para cobrarle su salario, a lo que éste le responde:
―Yo no le debo nada a nadie, porque a mí no me puso el pueblo sino mi dinero ―nos dejó fríos.
―Está muy bien. Le damos las más cumplidas gracias y, con su permiso, nos retiramos.
―Si quieren, estoy pagando un peso diario para regar flores en el jardín botánico ―me cayó de la chingada.
―Señor gobernador, nosotros no somos maricones para andar regando flores.
Lacho Jiménez deja ver sin embargo, que quien verdaderamente mandaba en Tabasco no era ni nunca fue Ausencio C. Cruz, sino Tomás Garrido, quien daba las órdenes de todo.
En la obra amena, se relatan los desmanes, atrocidades e injusticia que cometía Tomás Garrido y su familia, por ejemplo lo sucedido en una iglesia en la comunidad de San Carlos, Macuspana, donde la gente se encerró para que no les quitaran sus imágenes religiosas, y se ordenó prenderle fuego para que toda la gente se quemara adentro del recinto.
De igual manera, los desmanes que cometía su tío Pio Garrido, el poder de los terratenientes que se oponían a la construcción de caminos, y las injusticias que en carne propia vivió Lacho Jiménez Tejeda.
Pero toda acumulación de poder crea consigo mismo el germen de su propia destrucción, y eso es lo que lleva al derrumbe del poder garridista.
¿Qué pasa con Lacho El Valedor? ¿Qué papel juega en esa etapa? ¿Cómo culmina la obra con ese militar formado en las lides de la revolución? ¿En qué acabaron muchos revolucionarios?
La obra sin duda, invita a la reflexión y a conocer más sobre la historia de Tabasco, la época garridista y los avatares queen toda época revolucionaria, deben enfrentar los hombres que en ella participan.
Don Roberto Jiménez se convierte así, en El Valedor de la otra historia garridista que aún a muchos les duele y por alguna razón se pretende ocultar o suavizar.