FEMINISMOOPINIÓN

EN DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES BASADOS EN EL SEXO

Gudelia Delgado Meza.*

*Feminista abolicionista.

 

El sexo se refiere a las características biológicas, anatómicas, fisiológicas y cromosómicas de las y los seres humanos que nos definen como mujeres u hombres; son características con las que nacemos, son universales, es decir, comunes a todas las sociedades y culturas y son inmodificables. El sexo, además, es una categoría jurídica, es un dato material, objetivo, que se pueda constatar.

El género, en cambio, es un conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, que se construyen en cada cultura y momento histórico con base en la diferencia sexual. El sexo no define nuestros comportamientos, nuestros roles o nuestros aspectos. Es el género, como constructo cultural, el que determina cuáles serán los roles que desempeñarán unos y otras; el género define lo masculino o femenino. Lo hace construyendo estereotipos que remarquen las diferencias.

No es el sexo, en sí mismo, lo que crea la jerarquía sexual, es el sistema de género el que crea esta jerarquía y nos oprime, porque nos socializa con dos conjuntos de estereotipos separados para naturalizar, de manera ilegítima por supuesto, que las mujeres seamos oprimidas y tengamos menos acceso a la educación, la salud o la representación; es el género el que nos dificulta o prohíbe nuestra presencia en cualquier aspecto de la vida: la cultura, el deporte, la ciencia, la decisión pública, entre otros.

Por lo tanto, la lucha del feminismo es contra el sistema de género. Queremos abolir el género porque es la idea que legitima nuestra opresión. Las feministas no queremos desaparecer ni negar el sexo, porque no es el sexo el que nos daña. El género nos daña, nos limita, nos subordina, nos etiqueta, nos esclaviza, nos oprime. De ahí que nuestra lucha sea por abolirlo.

Las mujeres estamos inconformes con los roles de género, y eso no implica que estemos inconformes con nuestro sexo.

La historia de la conquista de los derechos de las mujeres es la historia de los derechos que no teníamos y aún no tenemos, en razón de nuestro sexo; la relación es ésta: nacemos mujeres, se nos niegan derechos. Desde siempre, el sistema patriarcal ha trasladado la opresión que sufrimos, al terreno de las leyes, vamos, las leyes han validado esta opresión de la que las mujeres hemos sido y somos objeto.

 Cuando la francesa Olympe de Gouges fue guillotinada en 1793 por rebelarse a su tiempo y sostener que las mujeres teníamos derechos de ciudadanía, se inició una larga lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Sus ideas quedaron plasmadas en la célebre Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana de 1791, postulados que, por cierto, hoy siguen vigentes.

 Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, los Derechos Humanos han estado, en la teoría y la práctica, ligados a los hombres, dándoles el sitio de privilegio que les da el patriarcado.

 Cuando se habla de derechos para todos y todas, significa que las mujeres exigimos ser tratadas como seres humanas, seres humanas con cuerpos sexuados, cuerpos que han sido tratados como propiedad de los hombres, por eso hemos luchado por el derecho a la integridad física, o sea a la integridad de nuestros cuerpos; el derecho al trabajo, a la educación, a la cultura, al acceso al poder; el derecho a una vida sexual y reproductiva plena y sana; el derecho a conservar nuestros ingresos; a acceder a la tierra y a las facilidades financieras; el derecho a ser tratadas con dignidad, en fin, gozar efectivamente, en igualdad de condiciones y oportunidades, con respecto a los hombres.

Todos y cada uno de los derechos que hoy las mujeres ejercemos no nos fueron dados, se los hemos arrebatado al sistema patriarcal, y aún hay muchos pendientes. Y todos estos derechos se han definido con base en nuestro sexo, en esa materialidad y objetividad que nos hace mujeres.

Por eso, las feministas estamos en contra de las leyes de “identidad de género”, que desde hace unos años irrumpieron en el plano internacional, porque esta ley lo que hace es desaparecer el sexo como categoría jurídica y suplirlo por género que es algo inmaterial y subjetivo. Esta ley otorga el derecho a cualquier persona que “se siente mujer” a ser legalmente mujer. O sea, esta ley regula una creencia y nos obliga a aceptar que esta creencia, una autopercepción individual y personalísima puede, por ley, convertirse en realidad. Significa la destrucción de toda la estructura de derechos que a las mujeres nos ha tomado siglos ganar y que están basados en nuestra diferencia sexual con respecto a los hombres.

Las consecuencias de la sustitución jurídica del sexo como hecho concreto y verificable por algo imaginario, como es el género, que es imposible de verificar y es culturalmente cambiante, hace que la desigualdad, la opresión que padecemos las mujeres por razón de sexo se vuelva imposible de combatir.

Si cualquier persona puede ser mujer, entonces dejan de tener sentido y de ser combatidas las violencias que las mujeres sufrimos por ser mujeres, como el feminicidio, la violencia sexual, la prostitución forzada, la violencia social en la comunidad, el tráfico y la esclavitud de niñas y mujeres, las mutilaciones genitales, la utilización de la violación sistemática de las mujeres como arma de guerra en conflictos armados, la esterilización forzada, el aborto forzado, la violencia obstétrica, entre otras muchas violencias que las mujeres padecemos porque somos sexualmente mujeres. No las padecemos porque nos percibamos mujeres, las padecemos porque somos mujeres.

La oposición que las feministas hacemos a la ley de identidad de género no tiene que ver con ninguna fobia, es la preocupación de perder la operatividad de las leyes que garantizan nuestros derechos basados en el sexo. Porque si cualquier persona puede ser mujer, entonces se niegan las atenciones diferenciadas que las mujeres necesitamos en razón de nuestro sexo. Si cualquier persona puede ser mujer, se oculta la opresión real de las mujeres.

Las feministas hacemos un llamado a las y los legisladores a no convertir una idea en ley y además hacerlo en lo oscurito, sin conocimiento ni debate social. Las feministas hacemos un llamado a la reflexión de lo que implica esa ley, a analizarla a fondo, y visibilizar las gravísimas consecuencias que tiene para nosotras. Las feministas convocamos a todas las mujeres a defender nuestros derechos basados en el sexo. Las feministas decimos NO al BORRADO DE MUJERES.

 

 

 

 

Botón volver arriba